No olvides… no olvides… Se repetía el muchacho una y otra vez… no olvides… no olvides… y aunque esas palabras salían de su boca, no eran para el para quien las decía, esperando que aquellas palabras se elevaran y llegaran a los oídos de su amada, distanciados por un mar de agonía, susurros, y extrañamientos, que, sin duda alguna, había agotado a ambos, a la lejanía de todo se podía vislumbrar un faro de luz, una pequeña luz de esperanza para aquellos marineros en tiempos de tormenta que necesitaban guía en medio de la obscuridad, y como es común, en la noche la tormenta es mucho peor.

Así que ahí estaba el chico, de rodillas implorando una oración, diciendo con todo su corazón, no olvides… no olvides… hasta que decidió quedarse en silencio, y decidió cambiar sus palabras… si las anteriores habían llegado a su destino lo siguiente también podría lograrlo, te abrazo… te abrazo… comenzó a repetir hasta el cansancio… y atravesando ese injurioso mar que no tenia piedad con ambos, llego a su destino un susurro, una pequeña brisa de aire al oído de aquella mujer… pasando por su rostro, levantando su cabello, rodeando su pecho y tocando su espalda, bajando a su cintura cubriéndola toda, cerro sus ojos y por un segundo pareció estar todo bien, después… después el susurro se fue, el mar siguió ahí y el chico cerro sus ojos para dormir, ella también, quizá en sus sueños el mar no existía, la luz los guiaba el uno al otro y el susurro era mas que eso…

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